domingo, 23 de febrero de 2014

BV 11: Con Nueva York a mis pies

Con Nueva York a mis pies


El viaje en avión es increíble. Increíblemente rápido. Tardamos dos horas en llegar a la ciudad que nunca duerme, Nueva York. Creo que el nombre le viene como anillo al dedo porque sus luces nunca se apagan. Tengo que decir que mis padres se han comportado como unos completos estirados durante todo el viaje. Tratando de ser algo que no son. Pero se los perdono porque son mis padres y porque me interesa este viaje más que cualquier otra cosa que pudieran darme de regalo. Porque por si no lo sabéis mi cumpleaños se acerca. Estoy deseando ver que me regalan, porque a ver, seamos sinceros, lo que más nos gusta de cumplir años son los regalos. Así que dejemos de fingir  en ese momento en el que te lo entregan y te preguntas: ¿debo poner cara de no tenías porque hacerlo? Yo sería incapaz de hacerlo, no porque no quiera sino porque mi cara y mis ojos con las pupilas dilatadas me delatan. Maldito mis preciosos ojos que no saben mentir. Mejor dejo el tema de las mentiras porque todos sabemos en qué va a derivar y ese tema ahora es tabú.
Era nuestro segundo día en la gran ciudad y estaba muerte de cansancio. Habíamos ido a cenar a un restaurante muy bonito cerca de la Gran Manzana y ahora volvíamos al hotel.
—Chicos, mamá y yo os dejamos salir esta noche por vuestra cuenta, ya que os habéis portado tan bien.
Aquella había sido una noticia que no esperábamos. Evan me miro entre asombrado y divertido y yo le devolví la mirada advirtiéndole que la que mandaba aquella noche era yo.
Así fue como conocí a Richard. En uno de los clubs más conocidos de Nueva York. Vivía en la el Upper East Side, en un hotel de lujo que pertenecía a su familia. Fue como pedir una joya y encontrar un diamante en bruto, perfectamente pulido, que lo tenía todo. No tenía ni idea de donde vivía yo, él lo  llamaba ''un sitio de por ahí arriba''. Habíamos hecho una gran amistad de estas que terminan siempre en algo más. Así que esperé el mejor momento para decirle que el año que viene vendría a vivir a Nueva York, entonces me miró con interés, un interés demasiado peligroso. Me ofreció una habitación para mi sola de lujo en su hotel para que viviera y me quede sin palabras. Aquel chico estaba loco, apenas me conocía y ya me estaba ofreciendo el mundo en bandeja de oro.
Tenía que contárselo a Rach y no podía esperar así que aquella misma noche realicé mi primera llamada desde Nueva York.
—¿Rachel?
Mi voz sonó demasiado emocionada.
—Rachel no está en este momento, si me dice quién es le puedo decir que la llame más tarde.
Aquella voz yo la conocía, era la de Matt.
—perdone ¿desde dónde llama? no conozco su número.
No me había reconocido así que colgué antes de que fuera demasiado tarde. Y me fui a la cama con la voz de Matt metida en la cabeza y el número de Richard en el bolsillo.
Así me desperté a la mañana siguiente con la cabeza como un bombo y unas ojeras con las que no podía. Me había pasado toda la noche dando vueltas en la cama con Matt  metido en la cabeza. Me dolía y mucho como había terminado todo, pero bueno ya nada tenía arreglo...
Ese día preferí quedarme en el hotel. Mis padres y mi hermano querían ir a pasear pero yo no estaba de ánimos y preferí quedarme en la cama. Pero al final mi móvil sonó y no sé como peor me dejé convencer por Richard para ir a un sitio que me quería enseñar. Sólo que resultó que el famoso sitio estaba a una hora de vuelo en su Jet privado y yo me quedé de piedra porque apenas me había arreglado. Me llevó al mejor restaurante de Los Angeles y yo no sabía dónde meter la cabeza cuando entré y todo el mundo se me quedó mirando.
Lo agarré de la manga de la camisa antes de cruzar el gran umbral que daba a la sala que había reservado especialmente para nosotros dos y él se giró mirándome a través de aquellos preciosos ojos azules.
—¿Qué pasa?
—No estoy segura de que sea una buena idea—Murmuré incómoda—mira cómo voy... no estoy vestida para la ocasión...
Entonces fue cuando reparó en mi vestimenta y me repasó de arriba a abajo con la mirada para al final sonreír.
—Yo creo que estás perfecta—Y añadió— y encantadora
Me mordí el labio, casi conseguía que me sonrojara. Me extendió su mano y la acepté, sentándonos en el centro de aquel gran salón.
En seguida vino un camarero a atendernos y nos trajo el menú. Lo repasé todo muy rápido fijándome sobre todo en los precios que eran de infarto. Levanté la viste fijándome en Richard detenidamente. Sus ojos se movían de un lado a otro concentrados. Tenía unas pestañas largas y la piel de un moreno natural típico de alguien que vive en la costa. Su pelo era de un rubio cenizo despeinado y su boca... bueno, su boca parecía un melocotón aún sin abrir. Suspiré y cuando levanté la vista me di cuenta de que él me estaba mirando y enseguida me sonrojé.
­--Dime, ¿ya elegiste que vas a pedir?
Lo miré curiosa  y se acercó señalándome con el dedo.
-Esto, te lo recomiendo. Aquí hacen las carnes rojas más jugosas que vas a poder probar en toda tu vida.
Sigo el trazo de su mano y me perdí un instante recordando la noche con Matt, la mejor noche de mi vida. Creo que si se puede decir, diría que hasta me sentí flotar en el aire, pero solo lo diría si eso fuese posible. Mordí mi labio y maldije por lo bajo. Me había prohibido pensar en Matt o en todo aquello que me pudiese hacer sentir algo por él de nuevo...
Cuando levanté la vista Richard me miraba confuso.
-¿Decías algo?
-Estabas como ida, pero bueno nada, que debería probar el vino, lo elegí yo personalmente.- Y de nuevo volvió a sonreír, una de esas sonrisas que en un tío te suele encantar porque te da confianza y hasta te hace sentir que todavía vale la pena intentarlo. Sentir amor, digo.
-Cuéntame algo de ti.
Quizás no fue la pregunta que esperaba de su parte. Me tomó por sorpresa. Bebí un sorbo y me escoció la garganta.
-De mi- Repetí como un loro.
-Sí, ya sabes, lo típico, ¿cuántos novios has tenido?, tus amigas, hermanos, me decías que tenías uno ¿no?
Lo mejor sería empezar por mi hermano, era lo más sano y conforme fuese pasando la noche hablaría de lo demás, omitiendo a Matt por supuesto.
-Mi hermano se llama Evan, es ... no sé como describírtelo exactamente sin hacerlo quedar mal...
-¿Tan malo es? Soy hijo único así que no sé qué es eso de compartir con otra persona.
-Bueno, básicamente es un adolescente con hormonas revolucionadas, algo rebelde que últimamente ha decidido que protegerme va a ser su nueva misión durante los próximos meses.
-¿Debo tener miedo de eso?
Me acerco la copa a los labios y respondo simulando seriedad:
-Deberías.

Richard se ríe y me contagio de su alegría. La noche fluye así, entre risas, yo le cuento aquello por lo que siente tanta curiosidad de mi vida y él hace comentarios graciosos. Pero... en ningún momento me deja preguntar cosas sobre él, la intriga me puede, ese secreto que tanto protege siento la necesidad de conocerlo, así que cuando me deja en la puerta del hotel no dudo en subir y coger el portátil y buscar quien es realmente. Internet es maravilloso, me puede ofrecer múltiples páginas de información en tan solo un microsegundo. Nada. No hay nada interesante, ninguna información a parte de la que ya conozco. Así que dejo de lado mi búsqueda y entro a mi correo, mi facebook, a todas mis redes sociales para ser más concretos. Tengo un montón de mensajes. De Rach, de gente de clase, publicidad... No hay nada de Matt. Y me sorprendo a mi misma esperando algo de su parte. Pero bueno que estúpida soy... Claro que no me va a escribir. Idiota, Idiota, Idiota. Lo repito a ver si así se me graba de una vez. 

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